Su voz
profunda se paralizaba al recordar, su mirada calida y determinante
temblaba al mirar al pasado otra vez a los ojos. Sendero tan
complicado era el que se presentaba pictóricamente en el teatro de
mi imaginación cuando pica palo me llevaba por los senderos de su
vida y su familia. Allá por los setenta su padre había sido medico
y su madre una gran ama de casa que había criado a catorce hijos,
descendían de la aristocracia tirados a menos, me decía mientras
pelaba un mango con sus afiladas manos. Pica palo era el del medio
entre sus hermanos y recuerda como se gano su primer billete en una
chacra de por ahí a los quince años, se impacientaba mientras
pasaba la tarde entre humo y risas.
A los
siete años conoce Méjico cuando su padre es declarado “comunista
y terrorista” por el gobierno militar que ahogaba a la nación
argentina por ese entonces. Tras el exilio vuelven a argentina y su
padre y cuatro de sus hermanos desaparecen, su madre también muere
en manos de los militares en el ochenta y seis mientras la democracia
florecía en una nación destruida tras años y años de corrupción
y muerte, tan golpeada en su identidad siglo tras siglo.
Solo dos
cosas hay que saber decir para llegar a la bahía y vivir siete años:
Nao enche
o saco e eu tenho fome.
Jorgito.
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