Noche a
noche había esperado ese momento, yo y mis ejércitos de palabras,
reflejos de un ser desequilibrado y con hambre de respuestas. Ahí
estabas finalmente, tu mirada contemplando hacia ningún lugar,
irradiabas karma y belleza que paralizaba mis sentidos. Tome aire
para atacarte con todo mi ejército sonoro que hacia lunas se
encontraba esperando desembarcar en alguna de las playas de tu alma.
Abrí la puerta lentamente…
En ese
instante tuve en mi cabeza una horda rebelde de palabras todas.
Sincronizadas y listas para salir, deseosas de encontrar su libertad
en el viento, único motivo por el cual gozaban de mi creación. Solo
querían ellas liberarse para tener un segundito de existencia fuera
de la prisión cerebral que las enjaulaba.
Todas
esperaban la oración adentro de mi alma para salirse y fluctuar en
el hoy. Algunas estaban agrupadas con alegoría inocente, sonaban a
ensamble de cuerdas infinitas. Mi mano gira la llave mientras, otras
sonaban a lívidos golpes de tambor bajo la luna de las aguas
grandes. Las había también de frío y distante sonido, filosas,
distorsionadas en desafinación exacta, perdidas en algún polo de mi
inconciencia. Las había que sonaban mediocres de sincero corazón y
tímida ignorancia ante el humano luchando contra el animal.
Por la
espina un sonido eléctrico me erizaba la piel mientras caminabas
hacia la puerta.
Era el
sonido de las palabras que venían pateando culos, con sus espadas
afiladas con la crueldad de lo real, sus armaduras de excusas que
nadie podía ignorar, sonaban imbatibles, intimidaban, sonaban como
un volcán explotando y emanando ego.
De algún
lugar entre mis costillas, brotaban unas palabras que apaciguaban a
las que sonaban violentas, bombas de sinceridad que caían desde
aviones con alas de ángel, fluían hacia el corazón como borboretas
psicodélicas, sonido de la galaxia que llenaba de luz mi mente con
tal sonido mágico y tan humano, asistiendo a las palabras heridas se
alzaron como un imperio sonico ante mi alma…
En medio
de la guerra que nunca salio de mi boca cruzaste la puerta y sin
mirarme te fuiste.
Todas las
palabras suenan en mi cabeza desde entonces.
Jorgito.
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