martes, 10 de enero de 2012

Columnas Karmicas

Dos columnas se apoyan mutuamente. Cada una hace el mismo esfuerzo que hace por si misma para mantenerse, por la otra, logrando así una comunión. Ambas columnas tienen el mismo deseo de poder permanecer paradas por si misma, sólo que una de ellas, no tiene la intención de quedarse al lado de la otra cuando pueda pararse. Por supuesto que la otra columna desconoce dicha intención, con lo cual, un buen día, al despertar se da cuenta de que la otra columna ya no está. El pesar y el sufrir es más grande aún. Intenta buscar la otra columna desesperadamente, durante días no come, ni intenta levantarse. Con el correr del tiempo, el deseo nato de alimentarse lo lleva a moverse hasta las bayas, donde consigue algunos frutos. No sabe que esos frutos empiezan a ser su motor, no necesita saberlo, saberlo le haría dudar. Cada día la columna empieza a realizar más labores, y sin darse cuenta, su pesar empieza a disminuir, hasta el punto en el cual ya puede mantenerse por sus propios medios. Cuando se dio cuenta de que podía mantenerse sola, también se dio cuenta de que la columna que la había abandonado, le había hecho un favor a ella y no a si misma. La causa y el efecto hicieron que la columna desertora, volviera a caer, solo que esta vez no tenía en quien apoyarse, y por vanidad, había olvidado donde se encontraba la otra columna, creyó no necesitarla más. Las adversidades sufridas por la columna abandonada, fueron por una causa negativa proviniente de la columna desertora, que como le fue llegada sin haber hecho nada para merecerla, supo transmutar la situación instintivamente. Las adversidades sufridas por la columna desertora, a contrapunto, fueron causadas por su propia carga negativa, y era lo que tenía que pagar por su deserción. Nada escapa de las leyes karmicas. Y esto es algo que las columnas desertoras jamás comprenden, están demasiado ocupadas en su vanidad como para caer en cuenta de ello.