El: Te miro y me seguís cautivando.
Ella: ¿Por qué? Yo no te tengo que gustar.
El: Vos no sos quien para decirme si me tenés que gustar o no. Me seguís gustando y punto.
Ella: ...
El: Me voy a dormir. Quedate con la cama, duermo en el piso.
Ella: No, dormimos en la misma cama.
El: Como gustes.
Se acuestan. El con un sollozo silencioso a cuestas. Ella, la mujer mas misteriosa de todas, ¿En qué podría estar pensando? Quien diablos lo sabe. Ella se acuesta a su vera.
Ella: ¿Qué harías para no arrepentirte de no haber hecho algo?
El: Lo haría y ya. No es tan difícil.
Ella: Yo ya no dejo de hacer cosas que luego podría arrepentirme de no haber hecho.
El: ...
Pasa un rato: el silencio. Pasa otro rato: cercana distancia. Un desencuentro en un encuentro desencontrado. El se mueve. Ella se mueve. Pasan unos segundos.
Ella: No tengo sueño, ¿Y vos?
El: Más o menos, ¿Jugamos uno de los juegos de mesa que subimos?
Ella: Dale.
Jugaron palabras cruzadas, casi sin cruzar palabra. Tu turno, decía uno. Listo, te toca a vos, decía el otro. Ellos se conocieron a los 14 años. Se llamaron la atención mutuamente por teléfono. Se enamoraron a primera vista. ¿Querés un chicle? Fue lo primero que ella preguntó. Una historia que los persiguió durante 10 años de lejanía, amor en silencio y deseos expresados en tinta, a más de 1.000.000 de pasos de distancia.
El: Me voy a dormir.
Ella: Bueno, yo también voy a intentarlo.
Y nunca estuvieron juntos a pesar de haber compartido la misma cama, la misma noche, al mismo tiempo.
Claramente es una historia ficticia. O tal vez le pasó al amigo de un amigo... o tal vez no.