Suena mi celular. Me está indicando que le queda poca batería, pero tanto el como yo sabemos, que está gozando de hacerme saber el grado de posesión que ejerce sobre mi. Alguien me ha dicho en el pasado que la indiferencia es el mejor remedio, pero lejos estoy de poder darme ese lujo para con un objeto inanimado: no lo sentiría. Vuelve a sonar… su sonido suena como una risa, quizá sería mejor que lo programara para que una risa sonara, y así aliviaría un poco el tedio. Yo lo poseo, el me posee, como todas las cosas, y delicada es la línea que delimita hasta que grado los objetos son nuestros, y nosotros sus esclavos. ¡Que poco digno! Esclavo de la maldad de los objetos inanimados. Abro un libro de budismo tibetano, siempre fue sabio. Hasta lo que hallaba erróneo con el tiempo pude asimilarlo, entenderlo y algunas cosas, sentirlas. Comprendo y siento porque la materia es sufrimiento. El apego genera miedo, mientras más miedo, más apego, mientras más apego, más ansias, y las ansias desesperan. La desesperación y el miedo no son buenos consejeros a la hora de decidir, ni mucho menos, fieles compañeros en el camino rumbo a la conquista de la felicidad. Sonó de vuelta, estaba absorto en otra tarea. Decido gozar de la esclavitud material de momento, estoy esperando una llamada para cerrar un trato, y el dinero mal no me viene. Debería meditar… pero… no hay tiempo. Hay tiempo para todo, menos para meditar. Hasta dispongo de tiempo para aburrirme, pero para meditar, no. Por lo menos, no hoy. Ya no suena más, le di el gusto. Me ha vencido. Decido dar un recorrido por el libro tibetano de la vida y de la muerte, ya que las sabias palabras de Sogyal Rimpoché siempre alivian y dan aliento. Me dice que “podemos idealizar la libertad, pero en lo que a nuestros hábitos se refiere, estamos completamente esclavizados”, seguido de un lindo poema titulado “Autobiografía en cinco actos”:
Bajo por la calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Me caigo dentro,
Estoy perdido… me siento impotente.
No es culpa mía.
Tardo una eternidad en salir de él.
Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera:
Finjo no verlo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en el mismo lugar.
Pero no es culpa mía.
Todavía me lleva mucho tiempo salir de él.
Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Veo que está allí.
Caigo en él de todos modos… es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé dónde estoy.
Es culpa mía.
Salgo inmediatamente de él.
Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Paso por el lado.
Bajo por otra calle.
Bajo por la calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Me caigo dentro,
Estoy perdido… me siento impotente.
No es culpa mía.
Tardo una eternidad en salir de él.
Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera:
Finjo no verlo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en el mismo lugar.
Pero no es culpa mía.
Todavía me lleva mucho tiempo salir de él.
Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Veo que está allí.
Caigo en él de todos modos… es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé dónde estoy.
Es culpa mía.
Salgo inmediatamente de él.
Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Paso por el lado.
Bajo por otra calle.
2 comentarios:
tanto errar, al final uno aprende...
no desespereis juanillo.
que cretina la vida, que hac que con el tiempo, nos veamos cada vez mas atados a cosas q nos son innecesarias...
pero, es como todo,
esta realidad que te invade, que repeles, con todas las ganas,
pero que igual te invade,
y tu ya sabes...
si no puedes con ella...
asi q bueno,frase del dia. "dominá la realidad juan"
(y poné a cargar el celular, gil!)
te quuiero, hasta km 18 ida y vueltam hahahaa
besote
Dos cosas:
El Juan que ewscribió estas hermosas líneas -un Juan que ya no sos, que delorosa e irrebocablemente ya no sos -y yo estamos pensando en el "Prólogo a las Instrucciones para dar Cuerda a un Reloj", de Julio Cortázar. "No te regalan un reloj, sos vos el regalado, y no lo saben -lo terrible es que no lo saben", decía evitando sabiamente el tuteo y el hipérbaton.
Otra, respecto del cariño que Tone te profesa. ¡Es una amarreta! Yo te quiero (nienque sea para jorobar a Tone) hasta Santos Lugares ida y vuelta.
Y ahora te dejo, que tengo que darle cuerda a un relós.
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